domingo, 29 de abril de 2012

El placer de los Dioses.

¿Existe Dios? ¿Nos ayuda? ¿Nos comprende? ¿Nos guía? ¿Dios nos creó, o fuimos nosotros quienes lo creamos?

<[...] Si Dios hubiera sido como uno de nosotros,
solo un esclavo como uno de nosotros,
solo un extraño en el autobús 
tratando de hallar la manera de llegar a casa...
Si lo tuvieses en frente,
en toda su gloria,
qué le preguntarías. [...]
(Canción: One of Us)>

Remontándonos unos años en la historia, podemos ver como la gente tenía que inventarse a un ser omnipotente  para dar sentido a su miserable e impecable vida. Alguien que los salvase de epidemias, guerras, hambrunas... Alguien que los guiase en su camino. ¿A caso no podíamos ser nosotros protagonistas de nuestras vidas? Aquella gente que basa su existencia en la figura de Dios, no sabe que la ciencia, en estos últimos siglos, ha avanzado gloriosamente. 

Distinguimos dos clases de personas, los religiosos y los ateos. Los primeros basan su creencia en el que todo lo ve; mediante rezos, altares, misas, reuniones le devuelven todo lo que, se supone, que él les ha otorgado... Creen que la ciencia, por muy ciencia que sea no puede luchar con el poder que tiene Dios. Denominan a este hombre como bueno, potente, ¿a caso es bueno cuando miles de niños mueren por desnutrición? ¿O cuándo son destinados a guerras? ¿O cuándo quedan abandonados, a su suerte, por qué su familia ha sido asesinada? ¿O cuándo hay enfermedades, o cuándo no podemos evitar algo?

Los segundos, a mi forma de pensar, son los más realistas. Esa gente que basa su existencia en él mismo, sin miramientos en una figura que lo ayude, tomando sus decisiones, equivocándose y aprendiendo de los errores. Aquellos que creen en ellos mismos, en su valentía, son los que verdaderamente no necesitan la figura de un Dios.

Yo no creo en Dios. Puedo llegar a creer en MI Dios, en alguien que no tiene una mala representación en la Tierra. La Iglesia, encargada de representar a Dios, en difundir su palabra, no creo que lo esté haciendo bien. Un Dios acepta a una persona sea cual sea su raza, cultura, sexo, independientemente de su orientación sexual o su forma de vivir la vida. Si verdaderamente existiera, y pudiese elegir, elegiría creer en un Dios que no hiciese divisiones, que no castigase ni juzgase. Creer en alguien que de verdad quiere a las personas.

Dios es invisible a los ojos para algunos y, para mi, lo es. Cuando vea que las guerras terminan, el hambre esté apaciguada, la desigualdad convertida en un severo equilibrio. Cuando haya paz y no malentendidos. Cuando no haya venganza, es ahí, cuando empezaré a creer en Dios. Desde entonces, y como veo que esto no es factible, creeré en mi, en mis decisiones, en los caminos que tome, aun a riesgo de equivocarme.

«Dicen que la venganza es el placer de los dioses, pero, para nosotros, simples mortales, la venganza solo trae destrucción, nada más…» Cris Morena.

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