lunes, 5 de diciembre de 2011

La buena conciencia sirve de buena almohada.

¿Debemos ser buenos? ¿Necesitamos ser buenos? ¿Qué conseguimos con ser buenos? ¿Por qué somos buenos? ¿Por qué no somos buenos? Demasiadas preguntas.
Hace poco, me contaron la vida de Kant, aquel pensador que defendía el imperativo categórico, y se me vino a la cabeza el por qué de ser buenos y las consecuencias que conllevaría dicha acción. No siempre somos buenos ni tenemos la necesidad de serlo.

Al hablar de hacer el bien o no, se me viene a la cabeza un pedazo de canción que hablaba sobre un guerra, una victoria y una «derrota interna».

[…] Después de aquella victoria, solo un loco coronel,
renunciaría a una gloria, que jamás logró entender,
eligió cargar su arma con un clavel.

[…] si el honor y la victoria, valen más que las personas,
es que no hemos aprendido nada […]
 
Una canción que, a mi parecer, refleja la lucha entre lo que está bien y lo que no. Lo que tuvo que hacer ese coronel por su país contra lo que el quería que pasara.
Nadie elige ser bueno, ni ser malo. Ciertos factores, independientes a tu persona, pueden modificar para bien o para mal esa personalidad que más tarde quedará fraguada y condicionará toda tu vida.

¿Qué ganas con ser bueno si nadie a tu alrededor ve tus logros? ¿De qué sirve ser malo? ¿Con qué fin, a través de un medio, realizamos esas acciones?

Aunque no ganes nada con ser bueno, aunque a tu alrededor nadie se de cuenta de tus victorias, aunque le seas indiferente a la gente, es mejor ser bueno y hacer las cosas de un modo correcto (para poder alcanzar un poco de esa felicidad que todos deseamos poseer), a estar pensando el por qué elegiste ser malo o comportarte de una manera poco educada que puede, más adelante, marcar tu vida; como la frase que dijo Jorge Luis Borges: he cometido el peor pecado que un hombre puede cometer. No he sido feliz.

Me gustaría concluir este argumento sobre el por qué de comportarse de manera correcta con una serie de frases que diversos filósofos dijeron.

Hazles comprender que no tienen en el mundo otro deber que la alegría. Paul Claudel.

He aprendido a buscar mi felicidad limitando mis deseos en vez de satisfacerlos. Stuart Mill.


1 comentario: